sábado, 26 de diciembre de 2015

Lo mejor del desayuno
es sentarse arriba de la mesada.
El cuerpo dormido
con el frío del metal
y desde ahí se ve justo
cómo el pequeño sol
que llega hasta nuestra cocina
comienza a hacer
efecto en las cosas.
El vidrio brilla en la puerta
y del otro lado
la luz del día
empieza a llenar el lavadero.
Tengo el ángulo justo para cebar
y apoyar el termo al lado
y en la cocina se reúnen
las tres únicas soluciones
que encuentro últimamente
para algo
agua hirviendo,
sol
y detergente.